Reportaje

Capacitar a las mujeres para que puedan protegerse: promoviendo el preservativo femenino en Zimbabwe

29 de octubre de 2009


Langton Ziromba Langton Ziroma promueve el uso de preservativos femeninos de manera informal y cordial en su barbería.
Cortesía del UNFPA

Cuando el sida emergió en los años 80 afectaba principalmente a los hombres. Hoy, según las cifras de ONUSIDA, las mujeres representan cerca de la mitad de las 33 millones de personas que viven con el VIH en todo el mundo, y el 60% de las personas infectadas en África subsahariana. La mayoría de estas mujeres se infectaron por el virus manteniendo relaciones heterosexuales, en muchas ocasiones, al practicar sexo sin protección con sus esposos o parejas estables.

“Las mujeres piensan que el matrimonio es un refugio seguro”, afirma Beauty Nyamwanza, del Consejo Nacional de Sida de Zimbabwe. “Creen que cuando alguien se casa no necesita preocuparse por el VIH”.

Sin embargo, lo que el equipo nacional de prevención del sida descubrió es que el matrimonio puede realmente aumentar el riesgo que corren las jóvenes de contraer el VIH. Según un estudio realizado en Kenya y en Zambia en 2004 , el matrimonio aumenta la frecuencia de las relaciones sexuales y dificulta la capacidad de la mujer de negociar el uso del preservativo o de negarse a practicar sexo. Las mujeres casadas a menudo temen pedir a sus maridos que utilicen el preservativo (o utilizarlo ellas mismas) porque implica que ponen en duda la fidelidad de sus esposos.

Las mujeres piensan que el matrimonio es un refugio seguro. Creen que cuando alguien se casa no necesita preocuparse por el VIH.

Beauty Nyamwanza del Consejo Nacional de Sida de Zimbabwe

Gracias al trabajo de Nyamwanza y de otras personas, Zimbabwe es uno de los pocos países que ha sacado provecho del preservativo femenino y realizado grandes incursiones en la promoción de su uso. El último preservativo, llamado FC2, es una funda de nitrilo, sólida y flexible, de unos 17 centímetros (6,7 pulgadas), que tiene un anillo flexible en cada extremo. El extremo cerrado se inserta en el cuerpo de la mujer mientras que el abierto permanece fuera durante el acto sexual. Al igual que el preservativo masculino, ofrece una doble protección tanto frente a los embarazos no deseados como a las infecciones de transmisión sexual, inclusive el VIH. Además, tiene una ventaja esencial: es la única tecnología de prevención del VIH disponible en la que las mujeres pueden tomar la iniciativa y controlar su uso.

Aquellos que promueven el uso de preservativos en Zimbabwe sugieren que las mujeres casadas presenten el preservativo femenino como un método para espaciar los embarazos. De esta manera no surge el problema de que pueda parecer que la mujer acusa a su marido de tener otras parejas y exponerla a un riesgo de infección.

Fomentado el apoyo

Zimbabwe adoptó el preservativo femenino en 1997, pero su aceptación fue escasa. Finalmente, el Gobierno solicitó ayuda al Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) para mejorar la promoción en el sector público tanto del preservativo masculino como del femenino. Además de formar a los responsables de promover el uso del preservativo, se utilizaron iniciativas realmente creativas para educar al público sobre esta cuestión. Los carteles publicitarios y anuncios radiofónicos y televisivos ayudaron a derribar tabús que impedían hablar del preservativo, lo que ayudó a superar al estigma que a menudo se asocia a estos. En el proceso de implantar esta estrategia, el equipo (formado por el Ministerio de Salud y Bienestar Infantil, el Consejo Nacional de Planificación Familiar de Zimbabwe, el Consejo Nacional de Sida y Population Services International (PSI)), descubrieron que el preservativo femenino podría convertirse en una herramienta para capacitar a las mujeres y a las adolescentes para que puedan tomar la iniciativa a la hora de proteger su salud reproductiva y la de sus parejas.

Desde 2005, año en el que se lanzó la estrategia, a 2008, la distribución de preservativos femeninos en el sector público se ha multiplicado por cinco en Zimbabwe, de unos 400.000 a más de dos millones. Las ventas de estos preservativos a través del marketing social aumentaron de unas 900.000 unidades a más de tres millones, y las ventas de los preservativos masculinos también crecieron.

Implicar a los hombres

Langton Ziromba también ha sido testigo del cambio. Regenta una pequeña barbería al aire libre en Budirio, en Harare. Además de cortar el pelo, afeitar y hablar sobre fútbol y mujeres, Ziromba ofrece otro servicio a sus clientes: información sobre los preservativos femeninos, sobre cómo se utilizan y sobre cuáles son las ventajas para ambas partes de la pareja. Es uno de los cerca de 70 barberos y 2.000 peluqueros de Zimbabwe que han recibido formación para promover el uso del preservativo femenino. En su barbería vende una de las marcas más populares en el país, llamada Care, y se lleva una pequeña comisión del precio, subvencionado en gran parte.


Este cartel forma parte de una campaña de publicidad que promueve el uso del preservativo en Zimbabwe.
Fotografía: PSI Zimbabwe

“Nuestros estudios demuestran que para que las mujeres acepten y utilicen este producto necesitamos implicar también a los hombres”, afirma Margaret Butau, del Consejo Nacional de Planificación Familiar. “Adaptamos los beneficios del preservativo femenino según el grupo al que nos dirigimos”. Entre los puntos que se resaltan específicamente a los hombres está el hecho de que el preservativo femenino no oprime como el masculino, tiene menos probabilidades de romperse, no necesita que el pene esté erecto para utilizarlo y puede aumentar el placer para ambas partes de la pareja. Además, no es necesario retirarlo inmediatamente tras la eyaculación. Finalmente, también puede verse como una responsabilidad de la mujer. “Cuando resaltamos estas cuestiones descubrimos que los hombres tienen curiosidad por que sus parejas prueben el producto”.

Ofrecer un modelo para otros países

La campaña creada por el PSI en Zimbabwe, que utiliza peluqueros para vender preservativos, ha servido como modelo para un programa similar en Malawi. Unos 2.400 peluqueros de Malawi venden y promocionan el preservativo femenino en el país. Su número aumenta según se corre la voz. Sandra Mapemba, oficial de un programa nacional de la oficina del UNFPA en Malawi, afirma que la repercusión ha sido enorme. “El preservativo femenino está realmente ayudando a las mujeres a mostrarse más firmes y a defender su salud”, afirma. “Esto es lo que más me entusiasma. Las mujeres de parejas serodiscordantes o aquellas seropositivas vienen a decirme que ahora pueden insistir en el uso del preservativo. Antes, sus parejas se negarían”.

La respuesta ha sido tan positiva que UNFPA Malawi está ofreciendo formación sobre programas de preservativos a unas 35 ONG internacionales y locales que trabajan en la prevención del VIH en el país. A lo largo de tres años la distribución de preservativos femeninos, únicamente en el sector público, ha aumentado de 124.000 unidades en 2004-2005 a cerca de un millón en 2008.

Los retos programáticos persisten

El éxito del UNFPA y sus asociados en la promoción del preservativo femenino en Zimbabwe, Malawi y Zambia ha alentado a otros países a buscar este tipo de asistencia. Aunque la distribución mundial de preservativos femeninos prácticamente se triplicó de 2004 a 2008 (hasta un total de 33 millones en 90 países) solo representan el 0,2% de los preservativos que se utilizan en el mundo. Sus principales obstáculos son el precio y la disponibilidad. Además de ser más caros que los masculinos (en algunos países cuestan hasta $1 la unidad) su disponibilidad es mucho menor. Mediante una iniciativa llamada programa integral de preservativos, el UNFPA está asistiendo a los países en este y otros temas. Este programa también es una plataforma desde la cual se presentarán otras tecnologías de prevención iniciadas por mujeres, todavía en desarrollo, como los capuchones cervicales y los microbicidas.

“Dar a las mujeres el poder para que se protejan puede revertir el curso de la epidemia de sida”, afirma Bidia Deperthes, que encabeza la iniciativa del programa integral de preservativos del UNFPA. “Pero todavía queda un largo camino que recorrer”. El principal obstáculo, en su opinión, es la financiación de los programas. Aunque la mayoría de los donantes aportan voluntariamente recursos esenciales, como los preservativos masculinos y femeninos, se destina poco dinero a establecer las bases necesarias para fomentar la sensibilización y la demanda, así como para formar a las mujeres sobre cómo usarlos correcta y sistemáticamente. “Todo forma parte de un conjunto integral de medidas”.

Documento basado en una próxima publicación de  UNFPA: “Prevention Gains Momentum: Successes in female condom programming”.