Reportaje

La OMS crea una herramienta para integrar el género en los programa de sida

15 de enero de 2010

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La mitad de las personas que viven con el VIH en todo el mundo son mujeres y esta cifra alcanza el 60% en África subsahariana, donde las jóvenes de entre 15 y 24 años suelen tener bastantes más probabilidades de ser seropositivas que sus homólogos masculinos. Con el fin de ofrecerles una mayor protección frente el virus, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha diseñado una herramienta práctica para integrar el género en los programas de sida del sector sanitario.

El impacto de la epidemia en las mujeres es mayor debido a una serie de factores, como son su dependencia económica de los hombres (que puede limitar su capacidad de negarse a mantener relaciones sexuales o de negociar el uso del preservativo), su relativo bajo estatus, su vulnerabilidad ante la violencia, o la falta de acceso a información y educación sobre el VIH. Estas desigualdades repercuten en la manera en la que la mujer aborda el VIH y limitan su habilidad para hacer frente al virus una vez que se infectan. En 2001 y 2006, las Declaraciones de compromiso sobre el sida de la Asamblea General de las Naciones Unidas resaltaron la necesidad de que los estados miembros consideren la desigualdad entre los géneros como uno de los principales impulsores de la epidemia.

Esta nueva herramienta, que se ha probado en cinco países (Belice, Honduras, Nicaragua, Sudán y Tanzania), ayuda a los responsables de programar y aplicar los programas de sida en el sector sanitario a comprender mejor los vínculos entre las desigualdades de género y el virus. Muestra cómo estas desigualdades influyen en la forma en que estas mujeres acceden, siguen y experimentan estos programas y servicios en el sector sanitario.

Soy un modelo de conducta en la sociedad y mis amigos, al ser un hombre, se sorprenderán si hablo de temas de género. Pero como soy un modelo de conducta, lo haré”

Proveedor de servicios de sida en Lindi, Tanzania

El manual también ofrece recomendaciones prácticas a los directores y a los proveedores de atención sanitaria pública y privada sobre cómo integrar el VIH en los programas para que respondan de manera más efectiva a las necesidades de las mujeres. La herramienta ofrece información para estrategias nacionales de sida, marcos, orientaciones y planes operativos, por lo que también puede ser de utilidad a los médicos en su trabajo diario.

Un proveedor de servicios de sida en Lindi, Tanzania, reconoció que la herramienta le resultó de gran ayuda en su formación. “Soy un modelo de conducta en la sociedad y mis amigos, al ser un hombre, se sorprenderán si hablo de temas de género. Pero como soy un modelo de conducta, lo haré”.

Además de describir los pasos básicos para responder a los problemas de género en los programas, el manual sugiere acciones concretas para abordar estos en cuatro áreas de provisión de servicios: pruebas y asesoramiento del VIH; prevención de la transmisión maternoinfantil; tratamiento y atención; y finalmente, atención y apoyo en el hogar para las personas que viven con el VIH.

Asimismo, ofrece ejemplos de intervenciones de género sobre el terreno, recursos como el asesoramiento que contribuye a reducir el riesgo y observar el tratamiento, y protocolos para reducir la violencia que sufren las mujeres al revelar su estado seropositivo. La OMS, citando ejemplos concretos, sugiere que se debería adaptar la herramienta en función de las especificidades de cada contexto nacional y local.

El manual es un trabajo en progreso que será actualizado y revisado, según sea necesario, por aquellos que, según la OMS, están comprometidos con la igualdad de género y la salud y el bienestar de todos.