Reportaje

A la espera de que el mundo cambie: restricciones para viajar

23 de noviembre de 2010

La versión completa de este reportaje apareció en el informe OUTLOOK 2010 de ONUSIDA

Para los muchos millones de personas que viven con el VIH en todo el mundo, las restricciones de viaje constituyen un recordatorio diario de que no tienen la libertad para circular internacionalmente, o lo que es aún peor, que quizás tengan que irse del lugar que consideran su hogar.

Unos 49 países, territorios y zonas actualmente imponen alguna forma de restricción a la entrada, la estancia y la residencia de personas debido a su estado serológico respecto al VIH.

Cuando Mark Taylor*, un ciudadano canadiense que trabaja para una empresa del sector financiero de Nueva York, se enamoró de su vida en la Gran Manzana, nunca dudó en solicitar la residencia permanente en los Estados Unidos de América. Corría el año 1995 y le iba muy bien en la vida tanto profesional como personal.

“Mi nuevo empleador dijo que patrocinaría mi residencia permanente, e iniciamos el trámite para obtener todas las aprobaciones requeridas”, relató Taylor.

A comienzos de 2002, al completar la documentación para la residencia, le aconsejaron que se realizara un examen médico en Canadá para acelerar el trámite.

“Cuando fui a buscar los resultados, me dijeron que la prueba del VIH había dado positivo. Como pueden imaginarse, me sentí desolado. El resultado de mi última prueba en Canadá había sido negativo. No sólo tenía que preocuparme por mi salud y bienestar, sino que estaba seguro de que me obligarían a irme de Nueva York y dejar mi empleo y todos los amigos que tenía allí. De inmediato caí en una profunda depresión; me sentía desesperanzado e impotente”.

Durante los 22 años en que los Estados Unidos mantuvieron una prohibición de viaje para las personas que viven con el VIH, las historias como la de Taylor eran frecuentes. Comenzó en 1987, cuando en Estados Unidos se agregó la infección por el VIH a una lista de afecciones que convertían a una persona “médicamente inadmisible”; de esta manera, se excluía del país a aquellos que vivían con el VIH. Era una penuria impuesta sobre muchas personas.

“Una enorme diversidad de frustraciones y restricciones ridículas pesaban sobre las posibilidades de las personas de visitar los Estados Unidos, hacer negocios allí, visitar a la familia, ver a sus amigos o asistir a bodas o funerales”, comentó la directora ejecutiva de Immigration Equality, Rachel Tiven.

A través de los años, su organización sin ánimo de lucro recibía anualmente un promedio de 1500 llamadas telefónicas en su línea de ayuda, un cuarto de ellas con preguntas acerca de las restricciones de viaje relacionadas con el VIH.

“La gente nos llamaba para decirnos ‘Estoy en el Aeropuerto JFK y encontraron mis medicamentos cuando pasé por aduanas y me dicen que tengo volver a subirme al avión, ¿es así?’”, contó.

Con mucha frecuencia era verdad, la gente debía regresar al avión. Para la Reunión de Alto Nivel sobre Sida de la Asamblea General de las Naciones Unidas, mantenida en 2006 en Nueva York, tuvo que solicitarse una exención especial a fin de que los delegados que vivían con el VIH pudieran entrar al país para participar. Es una de las razones por las que el director ejecutivo del ONUSIDA, Michel Sidibé, hizo del levantamiento de las restricciones de viaje una prioridad.

“No poder participar en los mismos debates acerca de tu futuro no es aceptable”, sostuvo. Y agregó, “todos deben gozar de igual libertad de circulación mundial”.

Tiven añadió, “Simplemente no es una forma eficaz de limitar la propagación del virus. Sabemos que no es sólo retórica, es una buena práctica de salud pública que las personas conozcan su estado serológico y busquen tratamiento, que sean claros respecto a su estado con sus íntimos y evitar que las restricciones de viaje sean el motivo por el que las personas no se sometan a las pruebas para conocer su estado serológico o por el que no lo revelen”.

Justamente en esta misma situación se encontraba Taylor: no se hizo las pruebas de VIH de rutina en los Estados Unidos y, al final, se sintió afortunado de habérselas hecho en Canadá, donde por ley sus resultados no podían ser revelados a nadie si él no prestaba su consentimiento. Taylor pospuso su esperanza de obtener la residencia permanente, pero se enteró de que podía permanecer en los EE. UU. con su visa actual por un período prolongado. Eran buenas noticias, pero con una advertencia.

“Sólo podría quedarme en los Estados Unidos si tenía empleo en la empresa que me patrocinaba. Durante los agitados tiempos que la industria financiera atravesó los últimos ocho años, siempre temía estar en la próxima ronda de despidos y tener que abandonar el país”, contó.

Si bien Taylor buscó atención médica y asesoramiento, cree que su carrera resultó muy perjudicada. Intentó llevar una vida lo más normal posible, pero siempre sentía que sólo le bastaría un revés más para tener que dejar la vida que había establecido.

“Era reacio a discrepar u objetar a mis colegas en cuestiones del trabajo. Siempre tenía el temor subyacente de que no podía hacer nada que pusiera en peligro mi empleo”, agregó. “Durante esa época también entablé una relación seria, y sólo pensar en que me apartaran de mi pareja me provocaba más ansiedad aún”.

Unos 49 países, territorios y zonas actualmente imponen alguna forma de restricción a la entrada, la estancia o la residencia de personas debido a su estado serológico respecto al VIH. Las Directrices internacionales sobre el VIH, el sida y los derechos humanos estipulan que cualquier limitación de la libertad de circulación o de la elección de residencia fundada exclusivamente en la situación real o presunta respecto del VIH, incluida la prueba del VIH para los viajeros internacionales, es discriminatoria.

El compromiso internacional sobre el asunto es cada vez mayor. En octubre de 2009, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas adoptó una resolución en la que exigía la eliminación de las restricciones. La Unión Interparlamentaria, en su 186ª sesión de abril de 2010, adoptó una declaración para alentar a los “parlamentarios de los países con restricciones a desempeñar un papel principal en su eliminación, mediante las reformas de las leyes y el control de las reglamentaciones, políticas y prácticas de las autoridades pertinentes de cada país.

China es el último país que eliminó sus prohibiciones de viaje para las personas que viven con el VIH. El anuncio llegó apenas unos días antes de la apertura de la Expo 2010 Shanghai. El Juez Edwin Cameron del Tribunal Constitucional Sudafricano, que vive con el VIH, había viajado a China dos veces en los 18 meses previos y se había reunido con funcionarios del gobierno para tratar el tema de las prohibiciones de viaje.

“Me complace especialmente conocer esta decisión, ya que las restricciones a las visas eran ilógicas. Casi llevaron a la cancelación de mi último viaje a China debido a un malentendido entre departamentos de gobierno. Me alivia saber que esto no le volverá a suceder a ninguna persona que vive con el VIH”, aseguró.

A principios de 2009, al ver signos de un movimiento hacia un cambio en las reglamentaciones en los EE. UU., Taylor decidió reactivar su solicitud de residencia permanente. Era arriesgado probar suerte, ya que apostaba por que las nuevas reglamentaciones estarían vigentes para cuando su solicitud ingresara en el sistema.

“Durante todo el año, seguí de cerca el proceso normativo. Solía visitar obsesivamente los sitios web del gobierno durante todo el día para enterarme de cualquier novedad”, comentó.

La noticia llegó a finales de 2009: los Estados Unidos eliminaban su prohibición de entrada, estancia y residencia, y el presidente Barack Obama dijo en la conferencia de prensa, “Si queremos ser líderes mundial en la lucha contra el VIH y el sida, debemos actuar como tales”.

Es un anuncio que el Sr. Taylor recuerda bien. “Di un suspiro de alivio que había contenido durante más de seis años. Unas semanas después, recibí la notificación de que mi solicitud había sido aprobada, y una semana más tarde mi tarjeta de residente permanente apareció en el correo”.

Y para las organizaciones como Immigration Equality, significa un cambio hacia la divulgación y la educación al público acerca de la revocación. La organización también vigilará su ejecución en los Estados Unidos para cerciorarse de que todas las personas que viven con el VIH puedan disfrutar del efecto positivo del levantamiento de la prohibición.

Además, para Taylor, el anuncio llegó justo cuando había aceptado una indemnización por retiro voluntario ofrecida por la empresa. Ahora tiene la libertad de pensar qué hacer en el futuro en Nueva York.

Taylor concluyó: “Finalmente me siento como todos los demás”.

 

* Algunos nombres se han cambiado.