Reportaje

Gracias, Sra. Bush

18 de abril de 2018

Escrito por Tom Rosshirt y publicado originalmente en Creators Syndicate el 20 de junio de 2012

Hoy hace 26 años que mi hermano Matt murió a causa del sida; falleció en su cama, en casa de mis padres, en Houston.

Eran tiempos difíciles para las personas con sida, en ese entonces no habían antirretrovirales. No había mucho que pudieras hacer por una persona que viviera con el sida más que darle apoyo y muchos todavía creían que podías contraer el sida por tocar a alguien que lo padeciera. Mis padres conocían personas a las que habrían despedido de sus puestos de trabajo por ser voluntarios en organizaciones contra el sida; hasta ese punto de locura hacia llegar el miedo.

Cuando Matt estaba en su lecho de muerte, conocimos a un voluntario de la organización local contra el sida llamado Lou Tesconi. Lou venía a visitar a Matt para ser lo más servicial y amable que podía con mis padres.

Poco después del fallecimiento de Matt, Lou comenzó a estudiar para convertirse en sacerdote católico. En menos de un año, le diagnosticaron sida y lo expulsaron del seminario. Lou se había convertido en abogado por su formación y temperamento, por lo que apeló la sentencia a un obispo católico, quien ofreció con posterioridad a Lou la fundación y la dirección de un ministerio destinado a personas con sida. Recibió el nombre de los Ministros de Damien y se estableció en una zona pobre de Washington, D.C.

A comienzos de 1989, cuando el país todavía era muy ignorante y se mostraba temeroso ante el sida, Lou recibió una llamada de la Casa Blanca. Barbara Bush, la Primera Dama, tenía previsto visitar la Grandma's House (La casa de la abuela), un hogar destinado para niños que viven con el sida. Fue una de las primeras salidas durante su mandato como Primera Dama y, en ella, se le ofreció a Lou ser parte del equipo que la aconsejaría, en privado, antes del evento.

Según me comentó Lou, durante la sesión informativa, dijo: "Sra. Bush me parece fantástico que usted sostenga a estos bebés que padecen sida, pero el país los ve como inocentes y, sin embargo, al resto de nosotros, que padecemos también sida, como a culpables. Hoy, toda la comunidad que sufre el sida necesitaría un abrazo colectivo suyo".

Lou pensó que se entendería que hablaba metafóricamente, pero, según parecía, la Sra. Bush no lo comprendió así. Ella se levantó, se dirigió hacia Lou y le dio un fuerte abrazo.

Después de la reunión, la Sra. Bush hizo un recorrido por las instalaciones mientras iba hablando con la prensa. Abrazó, besó y jugó con tres niñas y entonces dejo el mensaje claro: "Puedes abrazar y coger en brazos a los bebés y las personas que tienen... sida... Existe la necesidad de tener compasión".

Tras la conferencia de prensa, Lou expresó su punto de visita sobre la visita de la Sra. Bush: "Me temo que el mensaje que transmite es que los bebés son inocentes y se les puede ayudar, pero el resto de nosotros no somos así". A lo que añadió: "Le dije que, sin ninguna duda, un abrazo colectivo de la Primera Dama ayudaría".

Entonces, de nuevo y frente a las cámaras, la Sra. Bush volvió a fundirse en un fuerte abrazo con Lou.

La Sra. Bush escribió sobre esta visita en sus memorias. Afirmó que: "incluso entonces, la gente todavía pensaba que tocar a una persona con el virus era peligroso". No obstante, no hizo referencias al paso a favor de eliminar el estigma que supuso que, en 1989, ella abrazase a un hombre gay que vivía con el sida.

Lou todavía sentía la sensación de ese abrazo y no se ha ido.

En el otoño de 1991, cerca de Acción de Gracias, un amigo me llamó para decirme que Lou había ingresado otra vez en el hospital. No fue necesario decirme que esta era la última vez. Llamé a la Casa Blanca y pregunté si podría hablar con la oficina de la Primera Dama. Yo era un secretario de prensa del periódico The Hill que no conocía nadie, por lo que no esperaba que nadie de la Casa Blanca hablase conmigo. De repente, estaba hablando con Anna Pérez, la Secretaria de Prensa de la Primera Dama, quien había acompañado a la Sra. Bush en La casa de la abuela ese día. Comencé a relatarle los sucesos que habían tenido lugar dos años antes, y ella me lo ahorró diciendo: "Recuerdo al Sr. Tesconi". Le expliqué la condición de Lou y ella añadió: "Sería muy reconfortante para él recibir una carta de la Sra. Bush".

Unos días después, fui a visitar a Lou en el hospital.  En cuanto me vio, se incorporó en su cama y con su lenta y tambaleante mano me mostró una carta: "Mira lo que he recibido" dijo él.

La carta desprendía un amor y apoyo incondicionales. No habló sobre el hecho de que Lou se estaba muriendo, simplemente se limito a decir: "Bien hecho". En la parte inferior de la carta, ella le había escrito a mano a Lou que su vida era importante, que había tenido gran repercusión.

Hace ya mucho tiempo de eso. Pero hay algunas cosas que nunca se olvidan y que tampoco deberían olvidarse. En esta época de ignorancia, su paso tan acertado fue un detalle que facilitó que tanto mi amigo como muchos otros no sufrieran ese dolor por la exclusión.

Gracias, Sra. Bush.

Tom Rosshirt era redactor de discursos de seguridad nacional para el Presidente Bill Clinton y portavoz de asuntos exteriores para el vicepresidente Al Gore.