Reportaje

El momento de la verdad a la hora de romper barreras

27 de febrero de 2018

Cuando Robinah Babirye estaba en el internado, era difícil esconder su secreto. Ya que las niñas dormían en un dormitorio, todas lo sabían todo de las demás, especialmente a la hora de dormir. “Era complicado sacar los medicamentos”, afirma, “Levantaría sospechas”.

Babirye y su hermana gemela ocultaban su situación de seropositivos. Antes de empezar en el internado, las niñas y su madre se medicaban todos los días a las 10:00 h y eso era todo.

Una vez matriculada en la Universidad en Kampala (Uganda) en 2013, ocultarlo fue aún más difícil. Su compañera de cuarto sospechaba y hacía correr rumores. Al haber nacido con el VIH, no podía evitar sentir que la vida era injusta.

Según afirma Babirye: “En aquel momento, no había aceptado que vivía con el VIH y que tendría que seguir haciéndolo el resto de mi vida”. Describe años y años de evitar a toda costa hablar sobre sus visitas habituales a la clínica o el hecho de estar recibiendo tratamiento. Tiempo después, su madre murió de cáncer y no supo cómo lidiar con ello.

Mirando por encima de sus gafas, añade lo siguiente: “Ver cómo luchaba mi madre me dio fuerzas, pero cuando murió todo se convirtió en una pesadilla”.

Babirye tiró prácticamente la toalla. Dejó de medicarse y comenzó a ir a al deriva.

Asia Mbajja es la fundadora y directora de People in Need Agency (PINA), una organización no gubernamental dedicada a jóvenes con necesidades que viven con el VIH, y describe algunas solicitudes de adolescentes afectados. Ya había estado ayudando a muchos cuando eran niños como coordinadora de tratamientos en el centro infantil Centro conjunto de investigación clínica.

“Les seguía prometiendo que la vida cambiaría y se pondrían mejor, pero conforme iban creciendo, sus necesidades iban cambiando.” afirma,  “Tenía que hacer algo que marcase la diferencia”.

En 2012, Mbajja dimitió de su antiguo puesto para fundar PINA. Entre sus primeros clientes se encontraba Babirye, a la que conocía desde que tenía 10 años. Insistía una y otra vez en la importancia de tomarse la dosis diaria del tratamiento antirretrovírico.

“El problema fue que todo el ánimo tan optimista de Asia Mbajja se acabaría desplomando una vez que ella se fuese”, dice Babirye. Esta joven mujer se sentía definida por el VIH.

“Cuando me dijeron que tenía que tomarme medicamentos el resto de mi vida y combatir con los rumores y el estigma, me temí que estaría estancada para siempre.”, afirma, “A pesar de vivir con el VIH, sigo siendo una mujer con sentimientos”.

Gracias a su implicación en PINA, Babirye pudo viajar en 2014 a la Conferencia Internacional del Sida celebrada en Melbourne (Australia). La joven se sintió eufórica al descubrir un mundo en el que su estatus no parecía importarle a nadie, pero una vez regresó sentía que había una línea que no podía cruzar.

Babirye estaba derrotada. Se debatía entre acabar con su vida o cambiarla por completo.

Se puso una camiseta de “Soy VIH-positivo”, se hizo una fotografía y la publicó en Facebook. “Mi corazón comenzó a latir tan rápido que no podía ni tan siquiera ver los comentarios”, cuenta. Así que se paró y con un grito ahogado dijo: “Esperaba más negatividad, pero los comentarios son muy positivos”.

Su hermana gemela, Eva Nakato, no se podía creer lo que acaba de hacer. Después de reflexionar, decidió que no podía dejar que su hermana luchase sola y también sacó a la luz su estatus.

“Cuando la gente empezó a decir que se necesitaban a más personas como ella, nos motivó”, afirma Nakato.

Una de las primeras en felicitar a las gemelas fue Mbajja. Desde entonces, este dúo ha estado a la cabeza de PINA, testificando, enseñando y cantando. Nakato explicaba que en el centro infantil solían cantar en grupo y que en PINA consiguieron llevarlo a otro nivel.

“Empezamos a utilizar la música para lanzar mensajes de sensibilización del VIH”, cuenta. Cantaban canciones como Never Give Up, Yamba (Help) y ARV. Sus últimos proyectos ya incluyen lanzar una serie de televisión sobre el VIH y las relaciones interpersonales, y documentar la violencia de género.

“Conocer a supervivientes de abusos sexuales me empujó a filmar una película”, dice Nakato, que además añade que tanto los vídeos como las películas pueden transmitir mejor los mensajes.

Babirye terminó sus estudios universitarios el año pasado y sueña con independizarse. 

Dice que, a largo plazo, su máxima es conseguir una generación libre de sida y de estigmas. “Cada persona tiene la responsabilidad de hacer algo y romper las barreras sociales y culturales para conseguir un mundo libre de sida”, afirma.