Reportaje

Una oportunidad para poner fin a dos de las enfermedades infecciosas más letales del mundo: la tuberculosis y el VIH

26 de septiembre de 2018

La Organización Mundial de la Salud ha publicado recientemente su Informe global sobre la tuberculosis de 2018. Aunque muestra focos de progreso alentadores en la respuesta a la tuberculosis y el VIH en algunas áreas, presenta una imagen bastante sombría en cuanto a la perspectiva de acabar con esta doble epidemia para el 2030.

El VIH, identificado por primera vez a principios de los 80, es una epidemia relativamente reciente; la tuberculosis, sin embargo, lleva entre nosotros miles de años. Los arqueólogos piensan que la tuberculosis ya afectaba a los antiguos egipcios y que incluso el propio Tutankamón pudo padecerla.

A lo largo de los años, muchas personas famosas la han sufrido o han muerto a causa de esta enfermedad, como John Keats, Frédéric Chopin, Charlotte y Emily Brontë, Nelson Mandela y Franz Kafka, por nombrar tan solo algunas. A principios del siglo XX, los supuestos tratamientos para la tuberculosis incluían echar siestas reconstituyentes al aire libre durante todo el día en los sanatorios de las montañas suizas, duchas heladas y dietas compuestas por hasta 12 comidas al día y varios litros de leche y vino o, incluso, permanecer en establos, donde el calor y los gases del amoniaco de la orina de los animales actuaban como un supuesto bálsamo para la infección pulmonar.

Los tratamientos médicos eficaces no estuvieron disponibles hasta mediados de los 40, y han cambiado muy poco desde entonces. Los medicamentos actuales, pese a ser tóxicos y estar anticuados, son increíblemente efectivos y relativamente baratos. No obstante, resulta problemático identificar a las personas que necesitan tratamiento para la tuberculosis y garantizar que lo siguen, cosa especialmente urgente para las personas que viven con el VIH.

La Organización Mundial de la Salud calcula que en 2017 había alrededor de 10 millones de personas con la enfermedad activa, el 9% de las cuales eran además personas que viven con el VIH. De esos 10 millones de personas, aproximadamente 3,6 millones o, lo que es lo mismo, el 36%, no estaban identificadas; es decir, no habían sido diagnosticadas o debidamente tratadas. Entre las personas que viven con el VIH, la discrepancia es mucho mayor, ascendiendo hasta el 49%.

 

Para las personas que viven con el VIH y tienen tuberculosis las probabilidades de desarrollar tuberculosis activa son 20 veces más altas. Si no se trata, la tuberculosis puede acabar rápidamente con la vida de una persona que vive con el VIH.

Las pruebas para la detección de la tuberculosis se les realiza a menos del 60% de los pacientes con VIH, lo que impide que se trate y ocasiona muertes que podrían haberse evitado. La tuberculosis es la epidemia más mortífera a nivel mundial y es responsable de una de cada tres muertes asociadas al sida, lo que la convierte en la primera causa de muerte entre las personas que viven con el VIH. En 2017 murieron de tuberculosis alrededor de 1,6 millones de personas, incluidas 300 000 personas que vivían con el VIH.

Es posible avanzar significativamente mejorando la colaboración entre los programas para el VIH y para la tuberculosis en aras de identificar y tratar ambas enfermedades e incluyendo inversiones para el diagnóstico, la vacunación y los medicamentos, tanto los preventivos como aquellos utilizados en el tratamiento de la tuberculosis y de la tuberculosis multirresistente.

Sin embargo, es necesario un mayor compromiso, más inversiones y más medidas.

Se estimaba que para responder de forma a eficaz a la tuberculosis en 2018 en los 118 países de rentas bajas y medias en los que se dan el 97% de casos de todo el mundo serían necesarios 10 400 millones de dólares. La cifra con la que en realidad se ha contado en 2018 ha sido de 6900 millones, 3500 millones de dólares por debajo de lo necesario.

ONUSIDA calcula que para 2020 serán necesarios 26 200 millones de dólares para una respuesta eficaz al VIH. En 2017, en los países de rentas bajas y medias se contó con 21 300 millones, unos 5000 millones de dólares por debajo de lo necesario. El fin de las epidemias tan solo podrá llegar si se logra solventar la insuficiencia de los fondos.

Con 1700 millones de personas, es decir el 23% de la población mundial, infectadas con tuberculosis latente, y sin olvidar que entre el 5 y el 10% de ellas pueden acabar desarrollando la enfermedad activa, resulta evidente que el mundo debe tomar medidas urgentemente.

El 26 de septiembre, líderes de todo el mundo se reunirán en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York, en Estados Unidos, para la primera Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Tuberculosis. El protagonismo de la tuberculosis en este día señalado brinda al mundo la ocasión de establecer objetivos ambiciosos y factibles para poner fin a dos de las infecciones que más víctimas se cobran en el mundo: la tuberculosis y el VIH.

Aprovechar esta oportunidad no solo impediría la muerte de más de 6000 personas cada día a causa de la tuberculosis y el VIH, sino que también evitaría nuevas infecciones y haría que el mundo estuviera muchísimo más cerca de mejorar la salud global, reducir la pobreza y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.