Reportaje

No se debe excluir a las personas que se inyectan la droga

16 de diciembre de 2014

En la sección temática de la 35ª reunión de la Junta de Coordinación del Programa ONUSIDA (JCP), que tuvo lugar el 11 de diciembre en Ginebra (Suiza), se pidieron esfuerzos renovados que reduzcan la transmisión del VIH y la hepatitis C en las personas que se inyectan la droga.

Entre los oradores que participaron en la sección temática se encontraban Ruth Dreifuss, ex-Presidenta de Suiza, un miembro de la Comisión Global de Políticas de Drogas, Efi Kokkini, Presidenta de la Unión de Usuarios de Drogas y Sustitutos de Grecia, representantes de los Estados miembros de las Naciones Unidas y organizaciones como la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial.

Se plantearon varias cuestiones fundamentales relacionadas con el VIH y el consumo de drogas inyectables, incluidas las oportunidades, así como sus posibles obstáculos, para poner en práctica estrategias de reducción de daños. Se mostraron ejemplos de varios países que se centraron en las asociaciones entre los gobiernos y la sociedad civil y han logrado reducir la transmisión del VIH en las personas que se inyectan la droga.

"Debemos examinar qué ha fallado y qué se puede hacer de otra manera", dijo Michel Sidibé, Director Ejecutivo de ONUSIDA. "No será posible alcanzar los objetivos 90-90-90 sin reducir las nuevas infecciones por el VIH en las personas que se inyectan la droga".

El señor Sidibé afirmó haber observado muchos programas de reducción de daños eficaces en todo el mundo y subrayó que aquellos que permiten a las personas que se inyectan la droga ser parte de la solución son los que tienen mayor impacto. Señaló que el período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el problema mundial de las drogas se consideró, en gran parte, como decisivo y, además, brinda una oportunidad excepcional para reorientar y reformar políticas a nivel nacional y mundial que reduzcan el impacto negativo de las drogas en la salud pública.

En su intervención, la señora Dreifuss dijo que la política internacional en materia de drogas lleva fracasando durante varios decenios. Señaló la necesidad de redefinir de manera profunda las políticas y elaborar soluciones prácticas que respeten los derechos humanos y capaciten a las personas más afectadas.

Los participantes de la JCP escucharon una apasionada intervención por parte de la señora Kokkini, quien afirmó que las personas que se inyectan la droga son a menudo excluidas de los servicios de prevención y tratamiento del VIH. Además, dijo que incluso los políticos siguen negando que las personas se inyecten la droga mientras están en la cárcel.

Los entornos de detención resultan especialmente significativos en cuestiones como el VIH y el consumo de drogas. En algunos países, la prevalencia del VIH entre los reclusos puede llegar a ser 50 veces mayor que entre la población general; el consumo de drogas inyectables es un problema que persiste en los entornos de detención. Durante el debate, se informó a los participantes de la JCP de que donde se habían puesto en marcha las terapias de sustitución de opiáceos, estas resultaban 6 veces más efectivas y 12 veces menos caras que los programas fundamentados en detenciones.

El comandante Gairat Rakhmanov, un alto funcionario de la policía de Kirguistán que participa en terapias comunitarias para reclusos puestos en libertad, dijo que la participación de la policía y los servicios penitenciarios fue fundamental para ayudar a mantener con vida a las personas que se inyectan la droga. Los oradores del Departamento de Salud del Estado de Nueva York y del Programa de Intercambio de Agujas y Jeringas explicaron la manera en que Nueva York puso fin a la epidemia del VIH entre los años 1992 y 2002.

Otros participantes de Irán (República Islámica del), Malasia y la República Unida de Tanzanía se refirieron a sus asociaciones con varias autoridades. Sin embargo. todos ellos señalaron la necesidad de participar junto con las personas que se inyectan la droga en cada etapa de la planificación, el diseño y la gestión de los servicios destinados a ellos.

Se calcula que en la actualidad hay unos 12,7 millones de personas que se inyectan la droga en todo el mundo y se cree que 1,7 millones de esas personas viven con el VIH.