Reportaje

La activista humanitaria que apoya a los migrantes venezolanos con VIH en Brasil

23 de agosto de 2021

Nilsa Hernández, de 62 años, solía trabajar como verdulera informal en Venezuela para ayudar a aumentar los ingresos de su familia y mantener a sus hijos, nietos y bisnietos. Como persona que vive con VIH desde hace 16 años, Nilsa había conseguido reducir su carga viral al nivel indetectable hasta que de repente todo cambió cuando la crisis político-económica se instaló en Venezuela. Los servicios de salud se vieron gravemente afectados y las personas que viven con VIH perdieron gradualmente el acceso a la atención habitual y a los antirretrovirales.

"Estuve unos dos años sin acceso al tratamiento. Mi cuerpo comenzó a sentir las consecuencias y me di cuenta que tenía que hacer algo urgentemente. Era una situación de vida o muerte ¡Y decidí vivir!", recuerda Nilsa.

Nilsa cruzó la frontera y emigró a Brasil, donde el tratamiento del VIH está disponible para cualquier persona a través del sistema de salud público. Le tomó un año prepararse para este viaje . En 2018, llegó a Roraima, estado brasileño fronterizo con Venezuela, con su pareja, que también vivía con el VIH, y su nieto de 12 años.

Terminaron en la calle tras sufrir todo tipo de discriminación y violencia. Gracias al apoyo de algunas personas, finalmente ella logró alquilar una pequeña casa en las afueras de Río Branco, la capital de Roraima, y retomar su tratamiento contra el VIH. Tan pronto recuperó la inmunidad, no tenía ninguna duda: era el momento de convertirse en activista y crear lValientes por la Vida, una iniciativa de voluntariado para apoyar a otros venezolanos que viven con el VIH que, como ella, llegaron a Brasil con escasos recursos y poca información.

"Somos valientes porque se necesita mucho coraje para salir de tu país, a menudo con las únicas cosas que tenemos en la mano, en busca de tratamiento y en la búsqueda de la vida."

Hoy, como activista humanitaria, Nilsa ha movilizado una red de otros Valientes que se unieron a ella para difundir sobre la llegada de nuevos venezolanos migrantes en busca de tratamiento para el VIH.

La pandemia de COVID-19 ha afectado gravemente este proceso, especialmente cuando se cerraron las fronteras entre Brasil y Venezuela en marzo de 2020. “El cierre hizo muy difícil para mis compatriotas acceder a un tratamiento contra el VIH que podría salvar sus vidas. Con la reapertura de la frontera, ahora estamos volviendo a poner en marcha estos servicios.”

Según el Informe Anual de Epidemiología 2020 emitido por la autoridad médica del estado de Roraima, en los años 2018 y 2019, una combinación total de 1.137 casos de VIH/SIDA fueron reportados en su territorio. Entre la población extranjera residente en el estado, los migrantes de Venezuela representan el número más significativo de los casos combinados de VIH/SIDA para el mismo período: 383 personas.

Al igual que Nilsa, muchas de las personas venezolanas que viven con el VIH emigran a Brasil en busca de acceso al tratamiento del VIH que ya no pueden tener en muchos territorios de su país. En este contexto, ONUSIDA estableció una asociación con la UNESCO en diciembre de 2020 en una estrategia conjunta, colaborativa e intersectorial para garantizar el acceso de los migrantes venezolanos a la educación sanitaria, prevención, promoción de la salud y apoyar las respuestas del Estado de Roraima al VIH y COVID-19.

Claudia Velásquez, representante de ONUSIDA y directora de país en Brasil, explica que la propuesta es reducir los prejuicios, el estigma y la discriminación relacionados con migrantes y refugiados, y poblaciones más vulnerables, como trabajadoras sexuales y población LGBTQIA+, jóvenes y pueblos indígenas.

“Queremos promover el empoderamiento de las poblaciones vulnerables a través de la difusión de información sobre el VIH y los derechos de las personas que viven con el VIH”, dice Velásquez. “Nilsa Hernández es un ejemplo de una activista humanitaria. Y personas como ella, que son Valientes por la Vida, muestran el enorme impacto que la movilización de la sociedad civil tiene en el apoyo y acogida a las personas que viven con el VIH y en los esfuerzos para superar la estigmatización y la discriminación, que potencian las desigualdades que nos impiden poner fin a la pandemia del sida para 2030."

Para el futuro, el sueño de Nilsa para “Valientes por la Vida” es que se convierta en una organización internacional, con voluntarios dedicados a apoyar a las personas que viven con el VIH para que tengan acceso al tratamiento y a una vida saludable. "También quiero que la gente deje de vernos como un VIH positivo. Esto crea un estigma horrible que nos pesa a todos. No somos seropositivos. Somos valientes e impacientes porque tenemos prisa por vivir como todos los demás".