Reportaje

¿Cómo se ha podido dar tan rápido con una vacuna contra la COVID-19?

09 de febrero de 2021

Ahora que la vacunación contra la COVID-19 ya se ha iniciado en todo el mundo, ONUSIDA ha querido charlar con Peter Godfrey-Fausset, asesor científico sénior de ONUSIDA y profesor de salud internacional y enfermedades infecciosas en la London School of Hygiene and Tropical Medicine, para saber más sobre esa espera por una vacuna contra el VIH.

Mucha gente se está preguntando en este momento: «¿Cómo es posible que la vacuna contra la COVID-19 se haya desarrollado tan rápido?».

El virus SARS-CoV-2, que es el responsable de la COVID-19, tuvo un origen animal y saltó a los humanos en el año 2019. En el caso del VIH, ese salto se produjo hace un siglo, en torno a los años veinte, y se convirtió en un problema en la década de los ochenta, cuando empezó a propagarse entre los seres humanos en mucha mayor medida que antes.

El motivo por el que hemos visto ese enorme impulso en lo que tiene que ver con la vacuna contra la COVID-19 no es otro que la urgencia de dar con ella. En 2020, la COVID-19 infectó a casi 100 millones de personas en todo el planeta. Solo en ese año 2020, la COVID-19 acabó con la vida de 2 millones de personas.

Y precisamente de ahí viene esa urgencia que decimos, pese al hecho de que hemos ido viendo grandes cambios en la forma de vida de todas las personas. Tenemos restricciones de movilidad, se ha impuesto la distancia social, llevamos mascarillas, vivimos lavándonos las manos y estamos rodeados de geles hidroalcohólicos. No obstante, con todo y con eso, hemos sido testigos del veloz aumento de las infecciones. Todo ello da lugar a la imperiosa urgencia de lograr una vacuna. Y, por supuesto, esto tiene un gran impacto económico en todo el mundo.

El VIH y el SARS-COV-2 son muy distintos, ¿no?

Existen diferencias fundamentales entre el SARS-CoV-2 y el VIH. Aunque ambos son virus, el SARS-CoV-2 es una infección muy sencilla. La enfermedad puede ser complicada, en ocasiones misteriosa, pero se sabe que casi todas las personas que se infectan con el SARS-CoV-2 desarrollan anticuerpos a la proteína S, y es justo eso lo que neutraliza el virus y lleva a la recuperación con la consiguiente eliminación del virus.

Por el contrario, casi todas las personas que contraen el VIH desarrollan anticuerpos y nosotros utilizamos esos anticuerpos en las pruebas habituales para la detección del VIH. Sin embargo, por desgracia, muy pocos logran eliminar la infección y estos anticuerpos resultan insuficientes para neutralizar el VIH. La envoltura del VIH, similar a una espiga, es una compleja estructura situada sobre la superficie del virus. Está recubierta de azúcares y su sitio activo está muy profundo, por lo que resulta difícil llegar a él.

Con el paso del tiempo, a medida que la gente se infecta con el VIH, algunas personas sí que desarrollan anticuerpos capaces de neutralizar el VIH, pero eso puede llevar años y, además, el VIH es un retrovirus, de ahí que hablemos de antirretrovirales. Un retrovirus es un virus que copia su carga genética y la integra en un código genético humano. Y mientras realiza la copia, copia su código genético, mas no lo hace de forma precisa, por lo que aparecen errores. Eso significa que la proteína de envoltura y el propio VIH están constantemente cambiando, modificando su aspecto, poniéndoselo difícil a los anticuerpos para que los protejan, por lo que incluso los anticuerpos neutralizadores de una persona a menudo fallan al neutralizar el virus de otro individuo seropositivo.

En este momento hemos hallado ya algunos de los tan conocidos como anticuerpos neutralizadores, como en el caso de los anticuerpos que neutralizan muchas cepas diferentes del VIH. Y esos son los anticuerpos que los científicos están estudiando actualmente para tratar de descubrir si son o no capaces de proteger a las personas y evitar que contraigan distintas cepas del VIH. Estos anticuerpos de los que hablamos representarían una parte muy importante del proceso para dar con una vacuna contra el VIH. Tendríamos que ser capaces de generar anticuerpos neutralizadores mucho más amplios antes de que se produjera la infección.

Por último, cabe recordar que, a diferencia de la COVID-19, o quizás en parte a diferencia de la COVID-19, el VIH depende mucho de las células T, la otra mitad del sistema inmunitario humano. El sistema inmunitario humano tiene anticuerpos, pero también dispone de la tan mencionada inmunidad celular, la cual está liderada por las células T. Esta es mucho más difícil de estudiar, es infinitamente más variada y, además, dificulta y diferencia el VIH respecto de la COVID-19 en lo que tiene que ver con el desarrollo de una posible vacuna.

¿Cuánto dinero se está destinando a la investigación de una vacuna contra el VIH?

Durante la década pasada, cada año dedicamos aproximadamente mil millones de dólares estadounidenses a la investigación y el desarrollo, siempre con el fin de conseguir producir una vacuna contra el VIH. ¿Eso es mucho o no es suficiente? Equivale a alrededor de un 5 % del presupuesto para la respuesta mundial al VIH. Podemos decir que ha habido un éxito limitado.  Si echamos la vista atrás al año 2009, observamos que hubo una gran expectación por una candidata a vacuna desarrollada en Tailandia que sí parecía brindar una cierta protección contra la infección por el VIH. Sin embargo, enseguida se vio que no tenía la eficacia suficiente para poner en marcha la producción.

La década que vino después, testigo de más ensayos, nos ha enseñado mucho con relación a la inmunología y el modo en que los cuerpos humanos y los sistemas inmunitarios interaccionan con el VIH. Sin embargo, nada de ello nos ha permitido reducir el número de nuevas infecciones por el VIH. Toda nuestra esperanza está puesta ahora en dos grandes estudios que se están llevando a cabo en este campo en este mismo momento. Al margen, tenemos también otras muchas candidatas a vacuna llamando a las puertas. Por todo ello, sí, claro que creo que hemos de albergar esperanza, aunque está claro que a corto plazo no se vislumbra una vacuna como la que ya tenemos a nuestro alcance para la COVID-19.

Durante este tiempo la COVID-19 ha ocupado y sigue ocupando todos los titulares. ¿Qué hay de todas las demás enfermedades infecciosas?

En África, la tuberculosis, la malaria y el VIH cada año siegan las vidas, cada una de ellas, de cinco veces el número de personas que la COVID-19 ha matado en África este último año. Hablamos de problemas ingentes que llevan años entre nosotros. Tenemos una vacuna contra la tuberculosis, la vacuna BCG, la cual se empleó por primera vez hace 100 años, allá por 1920. No obstante, y por desgracia, esta vacuna no protege contra las formas más comunes de la tuberculosis en adultos. Hace muy poco han visto la luz nuevas vacunas tanto contra la tuberculosis como contra la malaria, pero hay que decir que ninguna de ellas parece funcionar muy bien. Actualmente hay un debate abierto en torno a si hacer o no llegar a más gente la vacuna, puesto que únicamente tienen una eficacia protectora de un 30 % o menos.

Sin embargo, hay una buena noticia, y es que una nueva posible vacuna contra la malaria ya ha iniciado los grandes ensayos de fase III en África. Por si fuera poco, tras ella está el laboratorio AstraZeneca, que es el mismo que ha desarrollado la vacuna de Oxford contra la COVID-19. Por eso, todos deseamos que la enorme investigación que se está llevando a cabo para lograr una vacuna contra la COVID-19 sirva de estímulo e impulse los estudios sobre otras enfermedades infecciosas asesinas que, de hecho, matan a mucha mucha más gente en África y en otros rincones del mundo donde los recursos son limitados.

Ver: El asesor científico de ONUSIDA explica algunas de las diferencias entre el VIH y la COVID-19

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