Reportaje

Un rayo de esperanza desde Tiraspol

06 de enero de 2021

La batalla de Nadezhda Kilar contra sus proveedores de servicios sanitarios empezó hace ya varios años. «No estoy para nada de acuerdo con la forma en que se presta en nuestra ciudad la atención obstétrica a las mujeres que viven con el VIH», destaca la Sra. Kilar. «Desde el momento de la admisión en el centro hasta el alta, hubo una constante violación de derechos».

La Sra. Kilar, quien vive en Tiraspol, en la República de Moldavia, lleva muchos años viviendo con el VIH. Sigue un tratamiento antirretroviral que ha logrado suprimir su carga viral hasta alcanzar niveles indetectables, pero durante el embarazo y el parto fue totalmente aislada. De hecho, estuvo en una sala de aislamiento, dio a luz en una sala de partos separada y, una vez que tuvo a su bebé en los  brazos, la trasladaron a una habitación con barrotes en las ventanas especial para mujeres que viven con el VIH.

«Todas las demás mujeres salían del paritorio por la puerta delantera, y allí las esperaban sus familiares con flores y un fotógrafo. En mi caso, me hicieron salir por la puerta de atrás, que es donde están todos los cubos de basura», recuerda.

Y la discriminación no terminó con ella. «Pese a que mi hijo no tiene el VIH, en el hospital de maternidad el niño estuvo solo en una habitación separada y especial en la que llegaron a colgar un cartel que decía: “Contacto VIH“. ¿Por qué un niño debe soportar un estigma así?», se lamenta la Sra. Kilar.

«Quiero que mi próximo hijo nazca en un hospital de maternidad normal. Y no me cabe ninguna duda de que así será. Para que el cambio se produzca aún es necesario hacer muchas cosas, pero lo más importante es que debo defender mis derechos», afirma convencida.

La relación entre la Sra. Kilar y su marido comenzó a romperse cuando él adoptó una actitud violenta contra ella. Durante un largo tiempo aguantó y no hizo nada al respecto, ya que justificaba la violencia de su esposo pensando que esta era la norma dominante en los matrimonios. «Mi padre solía pegar a mi madre. De hecho, en dos ocasiones yo misma acabé en el hospital como consecuencia de una paliza por parte de mi progenitor». Perdida y sin saber qué hacer, se fue sumiendo en una depresión cada vez más y más profunda. «Perdí las ganas de vivir», confiesa.

Sin embargo, poco a poco empezó a ver la luz. Algo fue cambiando. Cuando fue consciente de que sola  no podía lidiar con sus problemas económicos, la violencia de la que era objeto y su enorme depresión, siguiendo el consejo de una asesora de iguales de la clínica del VIH a la que asistía en Tiraspol y que conocía bien por lo que estaba pasando, decidió unirse al programa Women's Mentoring, junto con otras 20 mujeres que también vivían con el VIH y que procedían de distintas comunidades de la zona. El programa Women's Mentoring, un proyecto conjunto de ONU Mujeres y ONUSIDA apoyado por el Gobierno de Suecia, trabaja con asesores y mentores de iguales para ayudar a las mujeres que viven con el VIH a comprender e identificar sus problemas, conocer sus derechos y contar con apoyos para luchar contra la violencia y la discriminación.

«Entonces entendí que ya nada volvería a ser como antes. Me di cuenta de que no iba a volver a tolerar sus golpes», detalla la Sra. Kilar.

Desde el año 2019, la Sra. Kilar trabaja como vendedora y, además, ha sacado tiempo para ir a la universidad y estudiar para ser profesora. «Mi vida no es nada fácil. Apenas duermo por la noche, pero he ganado confianza, y hoy me siento capaz de solucionar los problemas por mí misma», expresa.

Iren Goryachaya, coordinadora de programas del programa Women's Mentoring, insiste en que el programa ofrece una amplia variedad de servicios. «No solo nos preocupamos de la problemática de la discriminación en una institución sanitaria y lideramos la lucha contra la violencia. Aquí vemos a la mujer como una persona a la que nos aproximamos desde diferentes perspectivas. En primer lugar, es muy importante ayudar a las mujeres a aceptar su estado serológico y superar el estigma que tienen contra ellas mismas. Sin ello, es imposible conseguir que los médicos o los hombres se acerquen a ellas de forma diferente».

«Habitualmente, las mujeres que viven en la República de Moldavia tienen un acceso insuficiente a información fiable respecto al VIH. En la actualidad, aún no son capaces de defender su derecho a mantener relaciones sexuales seguras. Dicha situación continúa agravándose como consecuencia de diversas formas de violencia, incluyéndose aquí la sexual, la mayor violación de los derechos de las mujeres y el comportamiento controlador de muchos hombres. Y todo ello no hace sino impedir que las mujeres tengan la oportunidad de defender su derecho a la salud», señaló Svetlana Plamadeala, representante de ONUSIDA para la República de Moldavia.

A día de hoy, la Sra. Kilar mira al futuro con seguridad y confianza. «Me siento una mujer libre. Hago lo que quiero. Mis hijos están creciendo en un ambiente seguro. No me preocupo por mi diagnóstico del VIH. Si decido tener otro hijo, daré a luz en un hospital normal y corriente».