Reportaje

La búsqueda desesperada de una cura para el VIH: El centro de investigación belga estudia el rebote vírico

17 de octubre de 2019

Al crecer, Linos Vandekerckhove descubrió su pasión por la biología, por lo que resultaba obvio que se aventuraría a estudiar medicina. Tras dos años ejerciendo como internista, en 2001 le surgió la oportunidad de marcharse un año a Sudáfrica.

«Y, de pronto, ahí estaba. En el ojo del huracán. En un lugar en el que la mayoría de días venía una persona a la clínica y moría a las 48 horas por una enfermedad relacionada con el sida», relataba.

Regresó a su Bélgica natal totalmente conmocionado por la experiencia. «Para mí fue algo realmente impactante, porque en Europa el tratamiento estaba disponible enseguida, y allí fue como darme cuenta de repente de que algunas personas tienen que pagar un precio muy alto».

Reacio a volver a meterse entre las cuatro paredes de un hospital, decidió trabajar unos cuantos días a la semana en un laboratorio virológico dedicado al VIH. Tras obtener su doctorado, decidió continuar investigando sobre el VIH, por lo que se incorporó al Hospital Universitario de Gante, en Bélgica. Tras unos años dedicados al trabajo con pacientes, finalmente logró sacar más tiempo para investigar. En 2009 abrió su propio laboratorio, el Centro de investigación para la cura del VIH, en Gante, y un año después pasó cinco meses en San Francisco, en EE. UU., para familiarizarse con la investigación sobre una cura.

«Ese tiempo sabático me ayudó a coger impulso», explicó. En su laboratorio de investigación actualmente trabajan 20 personas. 

Hace muy poco, su equipo finalizó un estudio en el que participaron 11 personas que viven con el VIH. Para ello se requería detener la terapia antirretrovírica, con el fin de que los científicos pudieran estudiar el rebote vírico. 

«Un comité de ética validó el estudio y, por supuesto, creamos un foro para los pacientes con el fin de analizar los factores de estrés asociados a la interrupción del tratamiento y a todas las pruebas que vinieron después», explicó el Sr. Vandekerckhove. Todo el equipo se aseguró de que los ocho o nueve procedimientos fueran lo menos invasivos posible y se llevaran a cabo en 24 horas, de manera que los voluntarios pudieran reincorporarse a su trabajo dos días después. Para minimizar las molestias, los ayudantes técnicos iban periódicamente a casa de cada paciente para realizarles extracciones de sangre. 

«Queríamos implicar a los voluntarios al máximo y mostrarles nuestro apoyo de principio a fin», comentaba. 

El estudio arrojó dos patrones. Por un lado, el rebote vírico, que tardaba entre 15 y 36 días, se produce al azar. El equipo halló más de 200 casos de rebotes independientes, desde el intestino hasta los ganglios linfáticos, pasando por «todos aquellos sitios en los que las células inmunes están presentes».

El equipo del Sr. Vandekerckhove también halló que, dependiendo de la parte del cuerpo en la que hubiera rebotado el virus, este había evolucionado a su propia forma, ya fuera como un código de barras o como una huella digital. Los investigadores encontraron virus distintos, lo que demuestra que no se trata siempre del mismo virus que emerge de un reservorio, sino de múltiples casos reemergentes.

«Analizamos 30 códigos de barras por tipo de célula y casi 400 por persona», relató. 

Y ahí fue cuando solicitaron la ayuda de virólogos y estadistas. 

«Nuestro estudio reveló que no funciona el tener una medicina dirigida solo a los ganglios linfáticos. Es decir, hemos de centrarnos en muchos órganos, no solo en uno», insistió el señor Vandekerckhove.

Peter Godfrey-Faussett, asesor científico de ONUSIDA, elogió la gran labor del Centro de investigación para la cura del VIH de Gante. «Sus detalladas investigaciones nos permiten avanzar y descubrir los reservorios en los que se oculta el VIH, mientras el tratamiento suprime el virus en la sangre», destacó.

Para él, la investigación no hace sino poner de manifiesto los múltiples desafíos que nos pone por delante el virus, ya que el VIH puede rebotar desde una gran cantidad de reservorios. «Por eso, para dar con la cura, es fundamental comprender bien la naturaleza de los reservorios».

El Sr. Vandekerckhove mantiene una actitud muy positiva y recuerda cómo la terapia génica antes parecía ciencia ficción y ahora es una realidad. 

«Hemos de acercar el mundo de la investigación a los pacientes», recalcó. En su mente está siempre el que la cura es una de las muchas facetas del VIH que no podemos pasar por alto.

Su compatriota belga Jonathan Bossaer no podía estar más de acuerdo. Hace diez años él se puso muy enfermo en Sudáfrica y rápidamente descubrió que había contraído el VIH. Tras muchos años sintiéndose perdido, con la muerte de un amigo se dio cuenta de que tenía que cambiar.

«Fui capaz de liberarme a mí mismo de la frustración y de la vergüenza con las que había estado viviendo durante casi ocho años, y me dejé llevar», confesó el Sr. Bossaer. Y fundó una organización para concienciar sobre el estigma. «Positively Alive tiene tres objetivos: educar a la gente con relación al VIH, lograr la normalización del VIH y contribuir a la erradicación del VIH recaudando fondos», puso de manifiesto.

La mitad de esos fondos van a un orfanato de Sudáfrica, y la otra mitad, al centro de investigación del Sr. Vandekerckhove. «El poner fin al VIH y al sida supone un enorme desafío, y la investigación para lograr una cura y una vacuna requiere de todo nuestro apoyo», concluyó. 

Después de hacer una pausa, el Sr. Bossaer lanzó un mensaje contundente: «La lucha aún no ha terminado, todavía nos queda mucho. Pero vamos por el buen camino».