Reportaje

Hablando de revolución

24 de marzo de 2020

No sorprende que el primer nombre de Birknesh Teferi signifique «revolución» en amhárico, la lengua que se habla en Etiopía. Irradia pasión y orgullo; es la viva imagen de la salud y del bienestar.

El camino que le ha llevado hasta este punto en su vida es sin duda revolucionario: una historia de resiliencia, esperanza y transformación. Ha vencido a la tuberculosis (TB), al cáncer de cuello de útero y vive con el VIH.

En 2003 a Teferi le diagnosticaron TB y VIH, en una época en la que en Etiopía la información sobre el VIH y sobre la salud sexual y reproductiva era escasa, y el estigma y la discriminación, altos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Etiopía es uno de los 48 países más afectados por la TB a escala mundial. En 2018, 165 000 personas enfermaron de TB, de las cuales 27 000 fallecieron. 2200 de estas muertes eran personas que vivían con el VIH.

Tras esperar los resultados durante 15 días, mientras los trabajadores sanitarios estaban de permiso, a Teferi le diagnosticaron el «positivo».

«Creí que eran buenas noticias. Abracé a la enfermera aliviada, justo antes de comunicarme que dar positivo en VIH significaba que tenía el virus», relató.

Teferi recibió el tratamiento recomendado por la OMS para la TB (el tratamiento directo observado, en inglés, DOTS), que curaba la TB, pero que no le ayudó a aceptar su estado seropositivo.

«Lo que siguió fue un período de dolor y de desesperanza... de esperar a la muerte», afirma recordando las secuelas de su diagnóstico.

Se considera a sí misma una «vagabunda». No reveló su estado serológico por la estigmatización y trabajó como profesional del sexo para llegar a fin de mes.

«Si el cliente traía condón, lo usábamos. Si no, no. Intenté usarlos, pero no tenía dinero para comprarlos. Así es cómo extendí una enfermedad de transmisión sexual».

Durante el tratamiento de la infección, a Teferi le diagnosticaron cáncer de cuello de útero y le derivaron de un centro de salud a otro, normalmente en distintas ciudades.

Finalmente, encontró a un médico «atento» y pudo operarse para tratar el cáncer. «Me dolía tanto que no podía sentarme. Me sentía abatida», recuerda.

Pero cuando comenzó el tratamiento contra el VIH en 2008, su vida empezó a cambiar poco a poco. Comenzó a cuidar más de sí misma. Insistió en usar condón con sus clientes.

Encontró un grupo de mujeres que vivían con el VIH de la Asociación Tilla de Mujeres Seropositivas en Awassa, Etiopía. La asociación se centra en el desarrollo de la capacidad y en la formación y el apoyo de las mujeres que viven con el VIH. Lidera un centro de bordado como actividad generadora de ingresos para las mujeres que viven con el VIH, donde Teferi trabaja ahora.

«Ahora ya no estoy a la deriva. La vida es mucho mejor. Si la gente siente que es posible vivir y trabajar, su vida puede cambiar», afirma.

Durante los ocho primeros meses de estancia en el centro, la directiva le asignó una voluntaria para ayudarla a recuperarse tras la operación. Por primera vez, obtuvo apoyo de otras mujeres que entendían qué significaba ser como ella.

Las mujeres y el centro me invitaron a ver una película sobre la vida con el VIH. «Aquella película me dio esperanza», afirmaba. «Comencé a informarme más sobre el VIH gracias a la directiva. Poco a poco me sentí aliviada, con mejores servicios médicos y Tilla me apoyó económica y emocionalmente».

Aunque Teferi está en tratamiento y se ha curado de TB, hay millones de personas en todo el mundo que aún carecen del acceso a la prevención y al tratamiento de ambas enfermedades. La tuberculosis continúa siendo la principal causa de muerte entre las personas que viven con el VIH.

En 2018 hubo 1,2 millones de muertes asociadas a la TB, 251 000 de las cuales fueron personas que vivían con el VIH. Esto significa una reducción del 60%, de las 620 000 en 2000. Entre 2000 y 2018, sólo el tratamiento de TB previno aproximadamente 48 millones de muertes en personas seronegativas; y el tratamiento de TB apoyado por la terapia antirretrovírica previno 10 millones de muertes adicionales. Sin embargo, el proceso es lento y necesita acelerarse para acabar con la TB a final de 2030, como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

«La TB puede curarse y prevenirse», afirmó Aeneas Chuma, Director del Equipo de apoyo regional de ONUSIDA para África oriental y meridional. «Es importante en este momento de la historia, en el contexto de la pandemia global del COVID-19, que nos aseguremos que las personas que viven con el VIH y con tuberculosis tengan un acceso ininterrumpido a los tratamientos de VIH y de TB. ONUSIDA está trabajando con gobiernos y comunidades asociadas para asegurar que nos adaptemos a un contexto sanitario que cambia rápidamente, con amabilidad, compasión y humanidad».