Actualidad

Palabras de Winnie Byanyima, Directora Ejecutiva de ONUSIDA, con motivo del comienzo de la Reunión de Alto Nivel sobre el Sida

08 de junio de 2021

Excelencias, distinguidos delegados, compañeros, amigos.

Gracias, presidente de la Asamblea General, Sr. Bozkir; vicesecretaria general, Dña. Amina Mohammed; coorganizadores, embajador Gertze, de Namibia, y embajador Fifield, de Australia. Gracias a todos los Estados miembros. Juntos habéis logrado redactar, negociar y sacar adelante esta declaración política. Precisamente este documento será la base de nuestro trabajo para poner fin a esa pandemia que lleva 40 años arrasando comunidades enteras.

El sida sigue ahí, aún no lo hemos erradicado. Sin duda, es una de las pandemias más letales de la era moderna. Desde el comienzo de la epidemia, el VIH ha conseguido infectar a 77,5 millones de personas. El sida se ha cobrado la vida de casi 35 millones de personas. Cada minuto, una persona muere de sida. ¿Acaso no es eso una emergencia? Las tasas del VIH no siguen la trayectoria que todos juntos prometimos. De hecho, azotados por las negativas consecuencias que la crisis de la COVID-19 ha tenido en la respuesta al sida, hemos visto incluso que la pandemia del VIH ha vuelto a resurgir con más fuerza.

Sin embargo, nuestro destino no puede ser el de una pandemia de sida interminable. Pese a todos los contratiempos que puedan surgir, SÍ podemos acabar con el sida como amenaza para la salud pública. Unidos, juntos, podremos hacer realidad nuestra promesa para 2030.

Como en todo, las cosas no siempre salen como uno quiere. Los programas que hasta ahora nos han garantizado un progreso sustancial ya no nos permitirán finalizar el viaje porque en nuestra carretera han surgido obstáculos. La evidencia y el análisis son claros. Las desigualdades imperantes en el poder, el estado, los derechos y la voz están impulsando la pandemia del VIH. Las desigualdades matan. Tal y como se señala en la estrategia mundial contra el sida: para acabar con el sida, primero debemos poner fin a las desigualdades que lo perpetúan.

Este enfoque ofrece otra enorme ventaja. Las mismas leyes, unas políticas idénticas y los sólidos servicios sanitarios centrados en las personas y necesarios para poner fin al sida también ayudarán al mundo a superar la COVID-19, a estar preparados para hacer frente a futuras pandemias y a apoyar el crecimiento económico inclusivo y los derechos humanos de todos. Yendo a una, todos lo haremos mejor.

Os presento aquí los tres grandes cambios que hemos de realizar juntos:

  1. Urge acabar con las desigualdades en el acceso a las tecnologías de la salud. Para ello, debemos fomentar aún más la gran labor de la ciencia y tratar de que llegue a todo el mundo.
    La COVID-19 nos ha demostrado algo importante: la ciencia avanza a la velocidad impuesta por la política. Debemos ganar tiempo y acelerar la investigación en materia de sida. Para ello, hay que invertir en innovaciones en tratamiento, prevención, atención y vacunas. Todo ello debe considerarse un bien público mundial.
    Y tenemos que aplicar la ciencia de manera que minimice las desigualdades en vez de exacerbarlas.
    ¿Cómo? Por ejemplo, esforcémonos para que, desde ya mismo, y no años después respecto a los países ricos, las regiones del sur puedan acceder a los nuevos medicamentos antirretrovirales de acción prolongada que facilitarán la adherencia al tratamiento y lograrán la prevención del VIH entre las mujeres en toda su pluralidad y los grupos de población clave.
    Asegurémonos de que todos los medicamentos que pueden salvar la vida de las personas que viven con el VIH sean fabricados de manera asequible por distintos laboratorios, especialmente en el sur, donde la enfermedad se empeña en concentrarse.
    Necesitamos financiación, pero también necesitamos reformar todas esas leyes que rigen la propiedad intelectual y que nos impiden avanzar en la respuesta. Debemos apoyar una producción distribuida mundialmente, de manera que el acceso a la ciencia que salva vidas deje de depender, por fin, del pasaporte que nos identifique a cada uno.
  2. Necesitamos poner fin a las desigualdades en lo referente al acceso a los servicios esenciales. Para conseguirlo, debemos garantizar la salud y la educación de todas las personas. En muchas comunidades, apenas se registran ya nuevas infecciones por el VIH. En ellas lo habitual ahora es vivir con el VIH durante mucho tiempo y disfrutar de una vida plena. No obstante, entre los diferentes países y, dentro de cada país, en las distintas regiones, sí es evidente una brecha cada vez mayor: mientras unos tienen acceso a los servicios de prevención, tratamiento y cuidado, otros aún están muy lejos de ello. Mientras que en los primeros se respetan los derechos, en los segundos todavía hay personas excluidas.
    Hoy nos estamos fijando objetivos audaces y ambiciosos con el fin de acercar al 95 % de las personas que más lo necesitan los servicios relacionados con el tratamiento y la prevención del VIH: para lograrlo, necesitamos reinventar los servicios para el VIH, para así facilitar el acceso a ellos y adaptarlos a la vida de las personas.
    Necesitamos cerciorarnos de que todas las niñas completen la educación secundaria y conozcan realmente los servicios que tienen a su disposición y los derechos que las amparan.
    Necesitamos suprimir las tasas de usuario por los servicios esenciales y proporcionar estos mismos servicios a través de sistemas públicos financiados mediante impuestos. Necesitamos integrar los servicios proporcionados por la comunidad. Necesitamos combatir la evasión fiscal, pues nos priva de recursos nacionales para la salud y la educación.
    Tengamos presente que la mayoría de los países en desarrollo se enfrentan a una grave crisis económica: en el año 2020 tuvieron una pérdida de ingresos superior al 20 % y sus presupuestos sanitarios están aún hoy amenazados. De entre todos ellos, preocupa especialmente la situación de África.
    Ya es hora de aumentar el volumen de ingresos. Y para ello, lo primero que hemos de hacer es mostrarnos firmes para luchar contra la evasión de impuestos y la competencia fiscal, dos prácticas que vacían rápidamente las arcas públicas.
    También necesitamos una reestructuración de la deuda para superar el impacto de la COVID-19. Asimismo, debemos tratar de establecer un mecanismo justo de resolución de crisis de deuda. Tenemos que dar un paso al frente, nunca atrás, en el compromiso de los países desarrollados de ayudar con un 0,7 % de sus ingresos nacionales brutos. Debemos garantizar que más de los 650 mil millones de USD de los derechos especiales de giro del FMI vayan directamente a los países de bajos y medianos ingresos.
  3. Debemos acabar con las desigualdades en el respeto a los derechos, especialmente de las personas que viven con el VIH y de aquellas que son vulnerables o están afectadas por el VIH.
    Aplaudo llena de satisfacción el compromiso de los Estados miembros de reformar las leyes y proteger los derechos. La realidad nos demuestra que, al reforzar las leyes para apoyar la igualdad de género y los derechos de los grupos de población clave, y al plantarle cara al estigma, los países cosechan un éxito mucho mayor en los programas de tratamiento y prevención, lo cual beneficia a todo el mundo. Solo así se consigue hacer retroceder al VIH.
    Tenemos que seguir avanzando en nuestro viaje común, siempre lejos de las leyes dañinas, punitivas y anticuadas, a menudo coloniales, y de todas las formas de discriminación.

El momento actual nos obliga a trabajar juntos en todos los sectores, en todos los países. Las falsas promesas del populismo no cuadran en absoluto con la biología: como bien se ha encargado de recordarnos la COVID-19, no es que estemos interconectados, es que somos inseparables.

No podemos poner fin al sida en un solo país o continente. Para erradicar el sida, debemos poner fin al virus en todos los rincones del globo.

Quiero rendir un gran homenaje a todos esos grupos de la sociedad civil de todo el mundo cuya lucha contra las desigualdades ha sido nuestro motor para la acción. Todos y cada uno de vosotros, comunidades, grupos de mujeres y movimientos de base, os merecéis este tributo porque no habéis dejado de empujarnos. En ocasiones hemos de confesar que vuestra incansable fuerza nos ha resultado incómoda. Sin embargo, grabaos estas palabras: seguid empujándonos. Nunca dejéis de hacerlo. ¡Sigamos luchando! La presión procedente del poder de las personas es clave para acabar con las desigualdades y lograr poner fin al sida.

Como en su día ya dijo Martin Luther King, el arco moral del universo es largo, pero se inclina hacia la justicia. Con ello no quiso decir que este proceso fuera automático. Muy al contrario, insistió en que «el progreso humano no discurre nunca sobre ruedas de inevitabilidad; se produce gracias al esfuerzo incansable de las personas». La trayectoria de las nuevas infecciones por el VIH y las muertes por el sida no se invertirá de un día a otro, pero nosotros sí podemos empujarla para allanarle el camino.

Ante las desigualdades, jamás debemos ser neutrales. Para volver al buen camino que nos llevará a poner fin al sida, debemos reflexionar con atención sobre cómo afrontarlas. La única alternativa con que nos topamos es un círculo vicioso de injusticia, enfermedad y emergencia. El mayor error que podemos cometer ahora es imaginar que con solo cambios minúsculos superaremos las crisis que nos amenazan. Pero eso ahora no basta.

Está en nuestra mano el que pasemos a la historia y nos recuerden bien por faltar a nuestra palabra, bien por cumplir nuestras promesas; por ser unos fracasados o por demostrarnos vencedores. Podemos elegir si queremos que las siguientes generaciones se refieran a nosotros como aquellos que lograron derrotar al sida o como aquellos que pudieron haberlo hecho.

Las epidemias magnifican nuestras peores características: desigualdades, injusticias y miedo. Pero también sacan a relucir nuestras fortalezas: ingenio, resiliencia y coraje.

Estoy convencida de que juntos venceremos. Gracias.

ONUSIDA

El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) lidera e inspira al mundo para hacer realidad su meta global de cero nuevas infecciones por el VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el sida. ONUSIDA aúna los esfuerzos de 11 organizaciones de las Naciones Unidas (ACNUR, UNICEF, PMA, PNUD, UNFPA, UNODC, ONU Mujeres, OIT, UNESCO, OMS y Banco Mundial) y trabaja en estrecha colaboración con asociados mundiales y nacionales para poner fin a la epidemia de sida para el 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Obtenga más información en unaids.org y conecte con nosotros a través de Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.

Reunión de alto nivel