Reportaje

Una funcionaria de ONUSIDA habla sobre la invasión de Ucrania

18 de marzo de 2022

El pasado 24 de febrero, a Olena Sherstyuck, responsable de la difusión mundial de ONUSIDA en Ucrania, no le quedó otra alternativa que huir de Kiev. Pudimos hablar con ella desde su nueva ubicación en Ucrania occidental.

El 24 de febrero, ¿cuáles fueron sus primeras impresiones?

Bueno, mi día empezó muy temprano. Mi hijo me envió un mensaje a las 5 de la mañana que decía “Parece que la guerra ha comenzado”. Cuando salí al balcón, escuché unos fuertes ruidos que sonaban como bombas.

¿Fue entonces cuando decidió irse de Kiev?

Al principio, me senté en el coche con mis gatos y, después de hablar con el director nacional y el resto del personal, decidí irme fuera de la ciudad, a mi casa del campo, que tiene un jardín, donde me reuní con mi hijo y su mujer.

¿Aquel lugar era suficientemente seguro?

Cuando llegué allí, me di cuenta de que era peor que la ciudad. Resulta que mi casa está cerca del aeropuerto de Hostómel, por lo que es un blanco para los misiles. Casi no dormimos. El cielo estaba rojo, y lo que me encanta de la casa son los ventanales, pero aquella vista no era nada agradable;  las ventanas no dejaban de temblar.

¿Y qué hizo después?

El 25 de febrero, a medianoche, decidimos salir hacia Ucrania occidental. Había trabajado en la región 5 años con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y había vuelto alguna vez, así que aquella región montañosa me pareció una buena opción.

Supuso conducir 28 horas porque fuimos zigzagueando para evitar los enfrentamientos y encontrar alternativas a las carreteras cerradas o los puentes bombardeados. Teníamos que cambiar de ruta constantemente;  fue todo un reto.

Le pedí ayuda a unos amigos de la zona para encontrar un sitio donde quedarnos y al final estamos en una casa de madera con cinco habitaciones y una cocina compartida.

¿Seguía en contacto con su equipo y su supervisor?

En Ucrania somos una delegación de ONUSIDA pequeña y, debido a la COVID-19, teníamos muchas maneras de seguir en contacto, por WhatsApp, Viber, etc. Hablamos cada mañana,  lo cual me ha ayudado mucho a seguir conectada. También se han puesto en contacto conmigo compañeros de la región y del centro mundial, lo que me ayuda a sentir que todo es normal.

¿Normal? ¿De veras?

No puedo dormir ni comer, pero el trabajo, las reuniones y la coordinación de esfuerzos me ayudan a seguir con los pies en la tierra. Es lo que me hace seguir adelante.

Sin embargo, me he vuelto adicta a las noticias. Me es imposible dejar de verlas y de leer sobre lo que está ocurriendo. No dejo de pensar en mi apartamento en la ciudad y mi jardín, y en cuándo podremos volver todos a Kiev.

No me arrepiento de haberme ido. No soy una luchadora ni estoy en el ejército, así que ¿por qué estorbar a los que sí luchan? La primera semana estuve en shock y pensaba que acabaría pronto, pero ya llevamos tres semanas.

Supongo que se llevó su pasaporte y su teléfono, pero, ¿y ropa y comida?

Me llevé la documentación más importante, mi pasaporte y mi ordenador de trabajo, pero solo tenía ropa de jardinería de mi casa, así que llevo puesta una chaqueta multiusos de hombre desde entonces. Digamos que parezco un poco desaliñada, ¡pero no soy la única! (Risas).

En cuanto a la comida, hay mercados pequeños y, de momento, no hemos sufrido escasez de ningún tipo. Intentamos mantenernos ocupados ayudando a las mujeres de aquí a hacer pan, y hay otras actividades colectivas organizadas por la localidad.

(Interrupción) Charlotte, ¿oyes eso? ¿Escuchó el sonido de la alarma antiaérea? Ya ha parado.

Para los que no hemos vivido una situación así, ¿qué consejo nos daría?

Primero que todo, tener relaciones personales con la gente resulta realmente útil en situaciones como esta. No solo pude contactar con mis actuales compañeros, sino también con mis antiguos amigos del trabajo.

Y desde el primer día pude ponerme en contacto con las numerosas redes de personas que viven con el VIH y otras organizaciones no gubernamentales con las que trabajo para ver cómo les va. Esto supuso hacer y recibir muchas llamadas, pero se trata de relaciones personales y profesionales que he ido estableciendo con los años, y quería saber si todos estaban a salvo.

Debo decir que en ONUSIDA hicimos un gran trabajo compartiendo y haciendo llegar información clave sobre qué servicios están disponibles y dónde, y actualizando dicha información; servicios como la reposición de terapia antirretroviral o la terapia de sustitución de opiáceos. Antes de la guerra, yo era miembro del comité de supervisión y el comité de programación que supervisa las concesiones del Fondo mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria, por lo que mis compañeros y yo estamos tratando de hacer un seguimiento de los aspectos relacionados con la programación. No es fácil y, en lo que respecta a la monitorización, muchas personas siguen refugiadas en sótanos, lo que complica las cosas.

En segundo lugar, es muy difícil planear estratégicamente. Al principio, todos toman buenas decisiones ad hoc. Nuestros asociados, otras organizaciones internacionales y básicamente todo el mundo se esforzaba por ayudar, pero, desafortunadamente, faltó coordinación. Un día se me pedía buscar colchones, otro día alguien necesitaba gas; ahora todo parece más organizado.

Aprendí que lleva tiempo comprender cómo actuar y reaccionar y que es importante encontrar tu nicho. No intentes abarcar demasiado.

Buen consejo. En resumen, asignar roles y/o aprovechar los puntos fuertes de cada organización para trabajar mejor en conjunto, ¿no?

Exacto. Otra cosa que ha sido de ayuda es recibir el aporte del centro mundial. Yo trabajo el 90% del tiempo con homólogos regionales y, debido a todo el ajetreo y la situación tan cambiante, ha sido de gran utilidad tener a la sede central informando sobre el panorama general.

¿En qué manera?

Es alentador saber que países como Polonia y la República de Moldova, así como la gente se han comprometido a ayudar a Ucrania. Ahora sé lo que están haciendo nuestros compañeros de la región en relación con las existencias de terapia antirretroviral y el uso de la ayuda internacional. En Ucrania, adoptamos estándares más europeos, así que, por ejemplo, nuestras disposiciones sobre medicamentos y propiedad intelectual se acercan más a los estándares europeos y no se parecen a las de otros antiguos Estados satélite soviéticos. Nuestras legislaciones contienen capítulos sobre los grupos clave de población y prohíben la discriminación, y el Gobierno ucraniano financió servicios básicos de prevención del VIH para cientos de miles de personas de estos grupos clave. También promovimos los servicios de reducción de daños, pues el VIH en Ucrania afecta mayormente a las personas que se inyectan drogas, y hay miles de personas en terapia de sustitución de opiáceos y profilaxis pre-exposición. Los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales también han sido un componente integral de la estrategia por los derechos humanos del país.  Difícilmente puedo imaginar tales avances en muchos países de Europa oriental.

¿Algún último comentario?

Es muy importante para mí sentir que tengo contacto humano, así que poneos en contacto conmigo. Y debo decir que me ha impresionado la unidad de las personas; siento a Ucrania más unida. Esa es mi nota de optimismo en todo esto; ha habido un apoyo fantástico entre la gente. ¡Gloria a Ucrania!