Reportaje

Reducción del daño en Myanmar para las mujeres que se inyectan drogas

06 de febrero de 2019

En el pueblo minero al norte de Myanmar donde vive Hla Hla (nombre ficticio), encontrar drogas resulta sencillo. Hla Hla comenzó a consumirlas cuando era una adolescente. Años después, un amigo asistente social la acompañó a un centro de salud de día, donde descubrió que vivía con el VIH. Al principio le daba miedo contárselo a su marido y a su familia, le preocupaba lo que podrían pensar.

La historia de Hla Hla es una entre tantas. De acuerdo a las estadísticas del gobierno, en el estado birmano de Kachin, donde se calcula que viven 21 000 personas que se inyectan drogas, se estima que dos de cada cinco personas viven con el VIH.

El estado de Kachin lleva mucho tiempo viéndose afectado por los problemas socioeconómicos, el conflicto, el cultivo de opio y el consumo de drogas. Recibe a trabajadores migratorios provenientes de otras partes de Myanmar y los países colindantes que acuden a trabajar en las minas de jade y de ámbar.

Durante más de una década, se han llevado a cabo programas de reducción del daño, incluyendo programas de intercambio de agujas y jeringuillas y terapias de sustitución de opiáceos, y recientemente el Gobierno ha reafirmado su compromiso y apoyo a la reducción del daño. Sin embargo, los últimos operativos policiales provocaron un aumento en el número de arrestos de personas que consumen drogas, lo que limita el acceso a los servicios e incrementa el estigma y la discriminación.

En el estado de Kachin, así como en la zona septentrional del estado de Shan y en la región Sagaing, el Proyecto Bandera para el VIH/Sida de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) se centra en prestar apoyo a los programas de reducción del daño para facilitar servicios de prevención y tratamiento del VIH a las personas que se inyectan drogas. ONUSIDA proporciona orientación técnica al proyecto, cuya implementación corre a cargo de Community Partners International.

Uno de los objetivos del proyecto es abordar la falta de servicios de reducción del daño para las mujeres que se inyectan drogas, o son parejas sexuales de hombres que lo hacen, que se adapten específicamente a sus necesidades. Las mujeres de la región que se inyectan drogas suelen preferir mantenerse en el anonimato, y es posible que se sientan más cómodas si los trabajadores sanitarios que las atienden son, a su vez, mujeres. Médicos del Mundo, una de las organizaciones que participan en la implementación, diseñó una iniciativa para aumentar el acceso de las mujeres al servicio reservando su centro de día exclusivamente para ellas un día a la semana. El paquete de servicios específico para mujeres incluye servicios de salud sexual y reproductiva, asesoramiento sobre violencia de género y planificación familiar, además de servicios de reducción del daño prestados por personal femenino.

Hla Hla atiende al público en el centro de día, y disfruta charlando con los demás. Aunque al principio le asustaba revelar su estado a su marido, lo hizo cuando él le dijo que quería tener un hijo con ella. Después de la incredulidad, llegó la aceptación, y él también se hizo la prueba del VIH.

“El centro de día me ha ayudado muchísimo. Ahora, gracias al tratamiento antirretrovírico, estoy sana y puedo trabajar. Además, me siento muy feliz de que mi marido sea seronegativo. Tengo más conocimientos sobre salud y puedo compartirlos con mi familia y amigos”, explica Hla Hla.

Además de proporcionar servicios de prevención y tratamiento del VIH para mujeres que se inyectan drogas, el Proyecto Bandera para el VIH/Sida de la USAID también apoya iniciativas como los comités locales para el sida, que procuran una plataforma para la concienciación de la comunidad sobre los riesgos que entraña el consumo de drogas para la salud y sobre la importancia de los programas de reducción del daño.

Saw Yu Htwe es madre de tres hijos y miembro de un comité local para el sida. Cuando uno de sus hijos comenzó a consumir drogas, se dio cuenta de que las personas que consumen drogas necesitan la comprensión y el apoyo de sus familias y comunidades. Está decidida a ayudar a las personas que consumen drogas creando para ellos un entorno mejor, donde se puedan abordar sus necesidades sanitarias y socioeconómicas.

“La gente nos pregunta por qué ayudamos a las personas que consumen drogas porque creen que no se lo merecen. Las personas que consumen drogas también son humanos. Si nosotros, como comunidad, no cambiamos nuestra forma de pensar y nuestra actitud hacia ellos, la región y el país no podrán desarrollarse”, afirma Saw Yu Htwe.